Territorios rurales

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El planeta se está haciendo cada vez más urbano; casi la mitad de la población vive en ciudades, por lo que se están convirtiendo en un factor importante para el cambio climático. Una ciudad de un millón de habitantes genera veinticinco mil toneladas al día de dióxido de carbono, y trescientas mil toneladas al día de aguas residuales; y todo esto afecta al suelo y a la atmósfera local y también mundial.

Si salimos de las ciudades y vamos al campo y al mundo rural, encontramos otros problemas y también otras oportunidades. Una de las actividades más importantes del mundo rural, y que está afectando negativamente al cambio climático por los malos usos agrarios y ganaderos, es el sector agropecuario,

Pero en el campo también se ofrece la oportunidad de llevar a cabo una labor importante de reducir el CO2, dado que en sus suelos se encuentra nuestra mayor reserva vegetal, y sabemos cómo los árboles y las plantas absorben CO2. Por eso es necesario una mejor y más inteligente gestión de la actividad agropecuaria y el aumento de zonas de bosque y matorrales.

La agricultura depende del clima y del suelo; si éste se desertiza o el régimen de lluvias decae, la agricultura reducirá su producción; y éste es el escenario previsto por el IPCC para España. También le afecta negativamente los cambios bruscos de temperatura o las lluvias torrenciales. Estos efectos se prevén para los próximos años, por lo que el sector agrario y ganadero sufrirá las consecuencias. La FAO prevé que las zonas rurales en entornos frágiles, como la costa, y las zonas áridas y montañosas, se enfrentan al riesgo de pérdida de cosechas, de ganado, de pesca y de riqueza forestal.

Para reducir la emisión de gases con efecto invernadero, deberíamos encaminarnos hacia la explotaciones ganaderas y agrarias ecológicas y de conservación. Este tipo de explotaciones ayuda a mejorar la fertilidad de los suelos y a repartir la biodiversidad, además de reducir el CO2. Se debe abandonar el uso de herbicidas y plaguicidas porque empobrecen el suelo, matan insectos y aves, y producen enfermedades en el hombre. Otras medidas son ir prescindiendo de los abonos nitrogenados y fomentar el abono orgánico, así como administrar mejor el riego de los cultivos para no desperdiciar agua; evitar la quema de podas y usar estos residuos para biomasa o abono; incorporar las energías renovables; y preferir alimentar a los animales con recursos locales, para así evitar el transporte de mercancías.

¿Qué puede hacer un joven rural para reducir el impacto del cambio climático?

  • Estar informado, y comunicar a sus amigos y familiares esta realidad.
  • Poner en práctica las recomendaciones de esta guía para reducir el gasto de energía, ahorrando agua, no contaminando, reduciendo basuras y ayudando a que el medio natural del pueblo tenga más árboles, no haya incendios y se favorezca el respeto al medio ambiente. ¿Cómo se hace esto? Participando en los programas que organice el colegio, estando atento en casa e incluso llevando a cabo pequeñas iniciativas. Cada ayuda vale.

Los niños rurales viven más cerca del campo y esto les convierte en los protectores de los animales, los bosques, los ríos y los mares. Muchos de ellos tienen a sus padres o a algún vecino trabajando en el mar, en el campo, entre frutales, verduras, ganado, miel o madera; por eso un niño es también un buen informador de los problemas del cambio climático que se nos vienen encima y de las malas prácticas que hay que evitar.

Con la alimentación se puede hacer mucho para reducir los gases de efecto invernadero. ¿Cómo? Muy fácil, pidiendo comer verduras y frutas locales y de temporada. Si se abusa de la carne, comer más verduras. También tenemos que preferir los alimentos ecológicos y evitar el despilfarro.