Fiesta "La Encamisá"
La fiesta de "La Encamisá" de Torrejoncillo, declarada de INTERES TURISTICO NACIONAL Y REGIONAL, cuyos orígenes son difíciles de precisar, tiene lugar en la noche del 7 al 8 de diciembre.
Nueve días antes de la noche señalada, el pueblo entero va preparándose para el gran momento. Una novena en honor de la Virgen Inmaculada sirve de calentamiento. La magnífica Iglesia Parroquial de San Andrés, del siglo XVI, se llena hasta quedarse pequeña cada noche.
Muchos no volverán hasta el próximo año. Pero no libran ni un solo día. Antes y después de este acto religioso suelen escucharse frecuentes disparos de escopetas y el sonido alegre de cohetes que van creando la ambientación adecuada para la llegada de La Encamisá, que cada torrejoncillano prepara en su casa ceremoniosamente. Los que van a ir a caballo, se aseguran de que todo esté en su sitio, los escopeteros limpian ritualmente sus armas y fabrican sus cartuchos de fogueo, se preparan los dulces y la casa para acoger a todos los familiares y amigos que vienen de fuera. Cuando llega la hora todo está listo y los sentimientos a flor de piel.
Ya el día 7, desde las 9 de la noche los jinetes, "encamisaos", con sus caballos y cubiertos con sábanas blancas adornadas, se van congregando en la casa del Mayordomo donde se les facilitan los faroles que habrán de portar durante toda la procesión. Los escopeteros también salen de sus casas despidiéndose con salvas y se van acercando a la Plaza Mayor, lugar de encuentro y espera. Los demás acuden también después de haber quedado preparadas las hogueras en las plazuelas y los haces de jachas que quemará al paso de la comitiva.
Se acerca el momento culminante, las 10 de la noche, y nadie más cabe en la Plaza cuando por fin irrumpen espectacularmente cerca de 300 jinetes con sus respectivos caballos, aclamados por los millares de torrejoncillanos, y visitantes de todos los lugares de España y de otros países incluso. Las escopetas y los cohetes hacen enmudecer los vítores y la canción de esta fiesta que entonan por grupos, hasta que por fin el viejo reloj de la Iglesia da las diez campanadas. Se abre la puerta y sale escoltado por un grupo de hombres el estandarte celeste de la Virgen Inmaculada. Tanta emoción es indescriptible. Hasta los más fuertes de ánimo tienen un nudo en la garganta. Los disparos, las campanas, los vivas rotos muchas veces por las lágrimas y el llanto incontenible, quedan atónitos a los que han venido por primera vez a esta fiesta y también a los que ya la conocen. Nadie puede explicarse.
El estandarte llega flotando a manos del mayordomo, que lo recoge en el instante más feliz de su vida, lo alza y lo ofrece para que sea vitoreado y aclamado, e inicia el recorrido pausado por un trazado sinuoso, de gran tipismo, que prácticamente da la vuelta al pueblo. En cada plazuela y en cada balcón se repiten las emotivas escenas durante las tres horas que aproximadamente dura la procesión. Por fin regresan a la plaza y, después de darle una vuelta ante el clamor de todo el pueblo, el Mayordomo entrega el Estandarte, que a duras penas entra en la iglesia hasta el año que viene. Después la mayoría lo festeja con vino y coquillo- un dulce típico endulzado con miel- en un ambiente de alegría desbordante.
A "La Encamisá" le sigue la fiesta de la Inmaculada del día 8 de diciembre, más conocida en Torrejoncillo como "La Pura", y al día siguiente, "La Pura Chica". A estas fiestas de siempre se le han unido otras celebraciones que se han hecho ya tradicionales, como son "El Pregón" y la "Ofrenda de Flores", aportaciones de la Asociación de Paladines de "La Encamisá", asociación encargada únicamente de la organización y potenciación de la fiesta, siempre en estrecha colaboración con el ayuntamiento.